lunes, 9 de marzo de 2009

Vida laboral y prosopagnosia

Habrá quien crea que vivir en un lugar donde todo el mundo sufre ¿sufre? prosopagnosia es difícil, sobre todo si, como es mi caso, eres detective de la policía. ¿Cómo estar alerta ante los delincuentes habituales cuando te cruzas con ellos? Pueden pasearse delante de ti, coincidir contigo en la cola del pan y sentarse a tu lado en el cine. Sólo tienen que guardar silencio o disimular la voz para que no los reconozcas.

En realidad todo es mucho más fácil: ellos tampoco me reconocen a mí. Además, aparte de mi superpoder de detección de garrafón con solera, soy un excelente imitador. Perfectamente podría dedicarme al mundo de la farándula; ya saben, imitar a Rocío Pantoja, Leandro Sanz, Ana Bodegón y gente así. Puedo imitar con precisión quirúrgica los gestos y la voz de un chorizo e integrarme en su ambiente, compartir mesa y mantel con sus secuaces y quedarme con todos.

Mantener esta habilidad requiere método y mucha práctica - me va la vida en ello -, que me obliga a plantearme retos a diario. Se trata de suplantar a una persona de mi entorno, pero introduciendo algún elemento novedoso y relevante que cambie la percepción que los demás tienen de ella. Así puedo certificar por su reacción que el engaño ha funcionado y que mis habilidades siguen intactas.

Recientemente suplanté a un profesor con el que coincidía en el metro, y que solía coincidir, a su vez, con varios de sus alumnos. Daba clases de Coeducación Solidaria Intercultural en la Facultad de Farmacia. Un tipo peligroso, ya saben: piercings, algún tatuaje, lector de diarios gratuitos e iPod tuneado con la foto del Che. Se la juré. Estudié sus gestos y empecé a desayunar fabada. No pasó mucho tiempo hasta que una mañana no apareció (sus alumnos sí), y me acerqué a los chicos. El resto es fácil de imaginar: proximidad de los alumnos y gases deseosos de ver mundo (para más referencias consulten: Dinámica de Gases en Medios de Transporte Subterráneos). Los chicos se han matriculado en Química Orgánica y van a clase en autobús desde entonces. Como debe ser.

Confieso que me he hecho pasar por el conserje de mi casa para revelar a varios vecinos que era gay. La verdad es que le ha ido mucho mejor desde entonces. Todos le respetan más, recibe mejores propinas e incluso le añaden como amigo en Facebook. Según mi vecino Antonio Jesús, tasador de la propiedad, tener un conserje gay puede aumentar un 3% el precio de una vivienda.

- Antonio Jesús, ¿y si tuviéramos un tasador gay?

- ¡Uy! Eso sería la repanocha, un 5% de sobretasación adicional calculo.

- Entiendo... entiendo...

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