viernes, 9 de enero de 2009

Prosopagnosia

Hace cosa de un año descubrí que el trastorno que, de vez en cuando y en determinadas circunstancias, me impide reconocer las caras de las personas, incluso de las más cercanas, incluso la mía, es una enfermedad quasi-común, y se da en llamar "Prosopagnosia". Un artículo en la wikipedia me ilustró inicialmente sobre el asunto y luego leí otro en El Mundo (gracias por el enlace, Carmen!!). Pero hay muchos más artículos interesantes sobre el tema: en Canal Salud se reconoce que no tiene tratamiento, en Boston Glove se enlaza incluso un test para saber si la sufres, y hasta en la archifamosa TIME se dice que una de cada 50 personas la padece.

Mi caso es, debe serlo, de nacimiento. Es más, creo que es heredado: un buen día de verano, enmedio de los años 70, en Benidorm, fuimos a buscar a mi madre a la peluquería. Mi padre, mis hermanos y yo, todos cogidos de la mano, con nuestro look "Con ocho basta", nos cruzamos con mi madre por la calle, y tuvo que llamar nuestra atención porque ninguno de nosotros la reconoció. Cierto es que había cambiado de peinado, pero sólo de peinado. Y pasó de largo sin que nos diésemos cuenta.

En todo este tiempo, he desarrollado mis habilidades para reconocer a la gente, siempre basada en la localización, la indumentaria, el rango de edad reconocible, etc... pero obviamente, lo que consigo sólo es una aproximación. Por eso comento a menudo con mis amigos que si nos encontramos en un lugar extraño, o si llevan una ropa diferente a la que espero, difícilmente voy a reconocerles, por lo que empiezo pidiendo perdón, de antemano...

Además, en alguna ocasión, como decía al principio, probablemente por cansancio, o por falta de atención, incluso he caído en la cuenta de que no reconozco mi propia cara. No me reconozco en las fotos, supongo que eso nos ha pasado a todos, pero lo peor es que no me reconozco en el espejo.

Pero hoy ha sucedido algo que me resultaba aún más espeluznante. Volvía a la oficina, 9 días después de tomar mis vacaciones navideñas. Sirva como dato que, de esos 9 días, 8 he estado convaleciente, sólo pude disfrutar del último día del año. Una extraña fiebre con vaivén, que me subía hasta los 40 y me desaparecía en unas horas; una tos permanente, un dolor de cabeza intenso, un cansancio imposible, me hicieron pasar unas navidades difíciles. Pues bien, intentaré explicar lo que he sentido hoy con un símil que todos podáis entender: es como si todo el mundo hubiera sido reemplazado por malos dobles, de los típicos que salen en los programas de imitaciones. Porque no he reconocido la cara de nadie.

En la comida, incluso, he comentado a mis compañeros más allegados, cuando me preguntaban por qué parecía tan ausente, que no les podía mirar a la cara, que les estaba reconociendo por la voz, que la información visual desvirtuaba el resultado final, por eso miraba al infinito. Qué miedo...

Así que le voy a dar una lectura humorística a la cosa, por no pensar en que esto pueda ir a peor... y me pregunto:
  • ¿Vendería mucho una camiseta que dijera "Sufro de Prosopagnosia" por delante y "Si te he visto no me acuerdo" por detrás? Si la proporción mencionada antes es cierta, con que me la comprase uno de cada mil "prosopagnósicos" me forraba...
  • ¿Tal es la crisis que ya ni mi vida puede estar protagonizada por sus actores principales, sino que salen sus dobles a darme, si acaso, la réplica en esta temporada 2009?
  • ¿Sería un best seller una historia de crímenes con un afectado de prosopagnosia como único testigo? ¿Se haría una peli sobre el libro? ¿Cómo se simularía visualmente el trastorno para que lo entendiese el no tan avezado espectador? Desde luego, no nublando las caras, os aseguro que no es lo que percibo...
  • ¿Volverá Zidane a jugar profesionalmente? (Vale, es muy OFF-TOPIC, pero ya puestos... me hace más ilusión que todo lo de antes)
Hala, contadme cositas en los comentarios...

jueves, 8 de enero de 2009

Monos

Érase una vez un hombre que apareció en una ciudad, anunciando a sus habitantes que compraría monos a 10 euros.

Los habitantes, que sabían que la ciudad estaba rodeada de un bosque repleto de monos, empezaron a cazarlos.

El hombre compró miles de monos a 10 €, y la población de animales empezó a disminuir, de forma que los habitantes de la ciudad dejaron de cazarlos.

Así que el hombre anunció entonces que compraría los monos por 20€, lo que animó a los habitantes de la ciudad a volver a cazarlos.

Pronto, la cantidad de monos disponible disminuyó aún más, de forma que todos volvieron a sus trabajos. La oferta aumentó hasta los 25€, pero la población de monos ya era tan escasa que si ya era difícil encontrar uno, cazarlo ya resultaba complicadísimo.

El hombre anunció entonces que los compraría ¡por 50 €! Sin embargo, esta vez volvió a la ciudad y dejó a su ayudante para gestionar la compra de monos.

En la ausencia del hombre, el ayudante le dijo a los ciudadanos: "Mirad todos esos monos en la jaula que el hombre os ha comprado. Os los venderé por 35€, y cuando el hombre vuelva de la ciudad, podréis vendérselos por 50€"

Los ciudadanos recogieron todo el dinero que tenía y compraron los monos por un total de 700 mil millones de euros.

Nunca más volvieron a ver ni al hombre ni a su ayudante, sólo montones y montones de monos.

Así que ya sabes cómo funciona el plan de rescate de Wall Street